"Pasada ya, aun en Alemania, la fiebre calderoniana, pocos niegan a Tirso el segundo lugar entre los maestros de nuestra escena y aun son muchos los que resueltamente le otorgan el primero y el más próximo a Shakespeare, como sin duda lo merece, ya que no por el poder de invención, en que nadie aventajó a Lope, que es por sí solo una literatura, a lo menos, por la intensidad de vida poética, por la fuerza creadora de caracteres y por el primor insuperable de los detalles. Tan altas cualidades le ponen al nivel de los más grandes artistas de todos los tiempos y naciones. . . A los ojos de todo el que no es francés, Tirso es, cuando menos, tan gran poeta como Moliere, aunque en género distinto y evidentemente más poético. . . De todos nuestros dramáticos, los más vivos al presente son Tirso y Alarcón... Y como Tirso, además de gran poeta realista, es gran poeta romántico y gran poeta simbólico, no hay cambio de gusto que pueda destronarle, y el jugo de humanidad que hay en sus obras alimentará en lo futuro creaciones nuevas".
Blanca de los Ríos, según nos refiere en su trabajo El enigma biográfico de Tirso de Molina (1928), descubrió en una parroquia de Madrid una partida de nacimiento de Gabriel Téllez en la que no se consigna el nombre del padre del recién nacido, pero en la cual, hay una nota marginal tachada de la que se desprende claramente que el niño es hijo natural del Duque de Osuna.
Esto explicaría en buena parte su seudónimo Tirso de Molina, su ingreso en la orden religiosa de los mercedarios y su actitud amargamente humana y crítica ante las desigualdades de sangre y de clase social:
...que en el nacer y el morir
unos y otros son iguales.