Este último elemento es un alcaloide en polvo de color blanco, inodoro, cristalizable, amargo y venenoso. La quinina posee efecto antipirético, pero ingerida en dosis elevadas puede provocar graves trastornos.
El quino es un árbol originario de los Andes, desde el Perú a Bolivia, y allí fue descubierto, mejor dicho, redescubierto, por los españoles que seguían a Pizarro y que aprendieron a apreciar sus dotes medicinales a través de los indios. Hasta el año 1681, el origen de las cortezas de quino fue mantenido en
secreto en Europa, hasta el extremo de que Luis XIV llegó a pagar 2.000 luises de oro y una elevada renta al inglés Talbot, para averiguar la forma en que éste se abastecía de tan prodigioso medicamento. Más tarde se crearon extensas plantaciones de quinos en las Indias holandesas. Desde el año 1900, también Italia posee plantaciones de este árbol en la isla de Java. Aparte el hecho de ejercer un efecto tónico y estimulante, la quinina sirve, además, para la preparación de polvos, tintes y licores amargos.