También el agua es un alimento indispensable para lo colmena; sobre todo para preparar la papilla para las larvas; debido a ello deberá ser transportada por las recolectaras y llevada hasta el colmenar dentro de la "bolsa melífera". Las recolectaras, divididas en grupos, se ocupan de todas estas tareas de aprovisionamiento de las distintas "materias primas": néctar, agua y propóleos. Este último es uno resina especial que extraen de las yemas y la corteza de ciertos árboles, y que utilizan para obturar las grietas y hendeduras del revestimiento de la colmena, a fin de aislarla de la humedad y el frío reinantes en el exterior. Las abejas jóvenes, "adscritas" a las tareas del interior del colmenar, las informan de vez en cuando si en ese momento se necesita más polen, o bien más néctar, agua o propóleos; pero los entomólogos no han alcanzado a descubrir hasta ahora cómo se realiza la transmisión de estas comunicaciones.
La recolección de polen por las abejas
LA RECOLECCIÓN
Las abejas requieren tres tipos de alimento: polen, néctar y agua. El polen lo consumen durante los primeros días de vida, cuando se hallan en el estado de larva. Las abejas recolectaras no mezclan, durante la recolección, las distintas calidades de polen en el cestillo de sus patas; mientras éste no está colmado, visitan siempre la misma especie de flores. Esto es fundamental para las flores que para su polinización se sirven del trabajo de las abejas. El polen recogido por las obreras va siendo acondicionado por las obreras jóvenes dedicadas al servicio interno de la colmena, en celdillas cercanas a las que ocupan las larvas, dispuesto para ser distribuido. El néctar es el alimento de las abejas adultas y transformado en miel se convierte en alimento de reserva. Manteniéndolo en el buche o "bolsa melífera", la abeja lo transporta a la colmena. Y durante esta breve permanencia en el cuerpo de la abeja el néctar comienza a transformarse en miel. Una vez llegada a la colmena, la abeja vierte el néctar en el buche de las abejas jóvenes quienes a su vez realizan la tarea de vaciarlo en celdillas especiales, que son selladas cuidadosamente. Durante su almacenamiento, el néctar de las flores se transforma definitivamente en miel; entonces las abejas proceden a la operación de inyectarle una pequeña cantidad del veneno de su glándula especial, el cual tiene la propiedad de volverla inalterable durante largo tiempo. Una abeja transporta, por término medio, 50 miligramos de néctar en cada vuelo. Calculando la distancia media de un vuelo en dos kilómetros y medio, puede establecerse que para hacer un kilo de miel harán falta unos 40.000 vuelos, con un total de 100.000 kilómetros. No obstante ello, en el período del más intenso florecimiento, una buena colmena puede amasar, en un solo día, unos diez kilogramos de néctar. Esto da idea del trabajo que ejecuta cada colmena.
También el agua es un alimento indispensable para lo colmena; sobre todo para preparar la papilla para las larvas; debido a ello deberá ser transportada por las recolectaras y llevada hasta el colmenar dentro de la "bolsa melífera". Las recolectaras, divididas en grupos, se ocupan de todas estas tareas de aprovisionamiento de las distintas "materias primas": néctar, agua y propóleos. Este último es uno resina especial que extraen de las yemas y la corteza de ciertos árboles, y que utilizan para obturar las grietas y hendeduras del revestimiento de la colmena, a fin de aislarla de la humedad y el frío reinantes en el exterior. Las abejas jóvenes, "adscritas" a las tareas del interior del colmenar, las informan de vez en cuando si en ese momento se necesita más polen, o bien más néctar, agua o propóleos; pero los entomólogos no han alcanzado a descubrir hasta ahora cómo se realiza la transmisión de estas comunicaciones.
También el agua es un alimento indispensable para lo colmena; sobre todo para preparar la papilla para las larvas; debido a ello deberá ser transportada por las recolectaras y llevada hasta el colmenar dentro de la "bolsa melífera". Las recolectaras, divididas en grupos, se ocupan de todas estas tareas de aprovisionamiento de las distintas "materias primas": néctar, agua y propóleos. Este último es uno resina especial que extraen de las yemas y la corteza de ciertos árboles, y que utilizan para obturar las grietas y hendeduras del revestimiento de la colmena, a fin de aislarla de la humedad y el frío reinantes en el exterior. Las abejas jóvenes, "adscritas" a las tareas del interior del colmenar, las informan de vez en cuando si en ese momento se necesita más polen, o bien más néctar, agua o propóleos; pero los entomólogos no han alcanzado a descubrir hasta ahora cómo se realiza la transmisión de estas comunicaciones.