El hecho: Una mujer muere quemada misteriosamente.
Cuándo: El 2 de julio de 1951.
Donde: St. Petersburg, Florida.
El misterio: Las últimas personas que vieron viva a Mary Reeser fueron su amiga, la señora P. M. Carpenter y su hijo Richard Reeser, que pasaron por su casa para verla la noche del primero de julio. La señora Reeser, de 67 años, estaba por irse a la cama y tenía puesto un camisón de rayón, unas zapatillas de entrecasa y un salto de cama. A la mañana siguiente, un joven de la Western Union que había ido a llevar un telegrama a la señora Reeser no obtuvo respuesta a su llamada. Él le pidió ayuda a la señora Carpenter, la que, al tocar la puerta de la señora Reeser, advirtió que el llamador de bronce estaba demasiado caliente. Alarmada, pidió a unos hombres que estaban trabajando cerca, que le ayudaran a entrar.
El interior del cuarto estaba extremadamente caliente, aun cuando las ventanas se hallaban abiertas. Cerca de una de las ventanas había una pila de madera carbonizada que una vez había sido una silla y una calavera encogida y unos pedazos de huesos que una vez habían sido la señora Reeser. Una pequeña mesa y una lámpara de pie se habían quemado también; la pared estaba cubierta de hollín a partir de 3 o 4 pies del suelo. Un enchufe en la pared se había fundido, lo que, de acuerdo con un reloj que se había detenido, había provocado un cortocircuito a las 4 horas 20 minutos. El calor había sido tan grande que algunas velas rosadas que estaban en otra mesa se habían fundido y desparramado fuera de sus recipientes. Los expertos estimaron que debió haber sido necesario un fuego de una temperatura de 3.000 grados por lo menos para destruir el cuerpo de 170 libras de peso de la señora Reeser y la silla de un modo tan completo. ¿De dónde había venido el fuego? No había habido relámpagos esa noche. ¿Por qué no se había quemado toda la habitación? Wilton Korgman, un antropólogo, dijo: «Nunca he visto una calavera tan encogida ni un cuerpo consumido tan completamente por el calor. Esto no es una experiencia común y lo considero el hecho más extraordinario que he visto jamás.»
Posibles soluciones: ¿Un fuego? No había habido ninguno aquella noche. ¿Explosivos o productos químicos? No había nadie. ¿Una descarga eléctrica? El tomacorriente en la pared, al derretirse, había hecho saltar los fusibles antes que el fuego comenzara. Meses después, la policía desconcertada, atribuyó el fuego imposible a «un cigarrillo olvidado.»