El deseo de disponer de armas cada vez más poderosas para los ejércitos ha impulsado a todos los países del mundo a hallar nuevos explosivos cada vez más eficaces. Después de la pólvora, el hombre ha descubierto la dinamita, la nitroglicerina, el trinitrotolueno (TNT), el algodón pólvora, el C4, etc. Aunque cabe señalar que no siempre los ha utilizado con fines bélicos: los explosivos se utilizan en las minas de las que se extrae carbón y otros minerales, en la perforación de las montanas para la construcción de galerías, y en otros trabajos en que sustituyen el esfuerzo humano.
En las últimas dos grandes conflagraciones mundiales, la evolución de las armas ha experimentado un incremento masivo: cañones de largo alcance, explosivos de alta potencia para cargas perforadoras, cohetes de propulsor líquido como los V2 alemanes, éstos fueron los protagonistas de ambas contiendas. A pesar de los intentos en favor de la paz que se realizan en todas partes, puede decirse que la guerra no ha terminado del todo, razón por la cual cada vez se construyen armas más potentes.
Sólo cuando el hombre consiga utilizar la fuerza de los explosivos con fines pacíficos podrá afirmar que ha llevado a cabo el único acto decisivo para su progreso.