Era éste un ser monstruoso, medio toro y medio hombre, que habitaba en el famoso Laberinto, un edificio con una red tan complicada de pasillos que quien entraba en él ya no conseguía salir. Al Minotauro debían sacrificarse cada año siete muchachas y siete jóvenes enviados desde Atenas, que había sido derrotada por Minos, rey de Creta.
El príncipe ateniense Teseo decidió acabar con semejante situación y se atrevió a enfrentarse con el monstruo. Lo mató y consiguió salir del laberinto, gracias a un truco que le sugirió la hija del rey, Ariadna, quien se había enamorado de él.
Es difícil saber cómo nació esta leyenda, una de las más famosas de la mitología griega. Tal vez nos pueda facilitar alguna indicación al respecto el hecho de que, en la arena de Cnosos, se celebraban unas «tauromaquias», es decir, una especie de corridas en las que los atletas agarraban al toro por los cuernos, para después saltar por encima de su lomo tal como nos muestran las pinturas murales.