Los chinos inventaron la pólvora durante el siglo IX.
Los europeos no supieron de la pólvora hasta que comerciantes italianos visitaron China unos 500 años más tarde. La pólvora explota sólo si es alcanzada por la llama. Puede ser utilizada en los cañones, fuegos pirotécnicos y armas simples, pero difícilmente se le puede usar para hacer un túnel en una montaña.
El mundo tuvo que esperar otros 600 años para la invención de un potente explosivo capaz de horadar montañas, hacer agujeros enormes, y, por desgracia, destruir ciudades enteras.
El nuevo explosivo fue inventado en 1846 por el italiano Ascanio Sobrero, quien estaba tan asustado de su invención que le pidió al mundo que se olvidara de él. A tal explosivo se le llamó nitroglicerina, y explotaba con un simple golpe o agitándolo.
Bastaba que una pequeña botella de este líquido oleoso cayera en el suelo, para que un edificio explotara en mil pedazos. Veinte años después, el sueco Alfred Nobel, mezcló la nitroglicerina con un extraño tipo de tierra absorbente llamada tierra de diatomeas para crear la dinamita. Este nuevo explosivo tenía la potencia de la nitroglicerina pero era mucho más estable en su manejo, lo cual evitaba el peligro de una explosión accidental.