Durante varios siglos hemos tratado de imitar a las aves para hallar el secreto del vuelo, sin éxito; sólo conseguimos volar cuando nos olvidamos de estos animales para inventar los aviones. Y nuestra aerodinámica nos ha ayudado a entender muchos secretos del vuelo animal... aunque no todos: las abejas se resistían hasta ahora.
Sus alas y su capacidad de transportar grandes cargas desafiaban nuestra ciencia aerodinámica. Pero un estudio mediante cámaras de alta velocidad y experimentos en atmósferas controladas han permitido entenderlo.
Para empezar, baten las alas a un ritmo enorme en proporción a su tamaño: 230 veces por segundo. Además, cuando el aire es menos denso o llevan carga, no modifican el ritmo como hacen otros animales, sino cambian la amplitud. Lo cual no es el modo más eficiente, pero sí el que proporciona mejores rendimientos.