El pulverizador se compone de un tubo de vidrio, curvado en su extremo superior y con una fina punta que se sumerge en el medicamento líquido. Por medio de un ajuste colocado cerca de la curvatura, y apretando una pera de goma, se hace llegar al líquido una corriente de aire que empuja el aire contenido en el tubo vertical, produce un vacío, provoca la ascensión de dicho líquido y lo dispersa en forma de finas gotitas. El pulverizador de vapor actúa sobre el vapor a presión procedente de una pequeña caldera adjunta. Este aparato sirve para diversos tratamientos de la piel, de la nariz, de la laringe y de los bronquios. También se utilizan pulverizadores para substancias en polvo, sobre todo en la aplicación local de antibióticos.