Los injertos en la fruticultura

   Es posible imaginar un árbol de manza­nas que produzca a la vez tres especies di­ferentes de fruta. Este fenómeno se puede lograr en cualquier árbol, y a la forma de hacerlo se le llama injertar.
   Injertar es poner en contacto con la rama de una planta un trozo de otra, pro­visto de alguna yema. Se puede cortar, por ejemplo, la parte superior de un manzano silvestre y colocar allí la ramita de otro manzano de distinta clase. En la parte in­terna de la corteza que protege al tronco se encuentra una substancia viscosa, lla­mada savia, constituida por células que viven y se desarrollan. Las ramas de las dos plantas deben quedar perfectamente unidas en el momento de hacer el injerto, a fin de asegurar la operación.
   Para realizar esta operación existen di­ferentes métodos. Generalmente, la unión deberá quedar protegida con vendajes, o bien, cu­brirse con cera.
   Los árboles frutales que nacen de semi­lla, no darán frutos exactamente iguales a aquél del cual salieron esas semillas. Esto se debe a que la plantita que empieza a crecer de la semilla tiene por padres, generalmente, a dos árboles diferentes. Así, la única forma de obtener un nuevo árbol de manzana "Delicia", por ejemplo, es injertar una rama de esta especie en un manzano de distinta clase.
   Los injertos crecen y dan fruto más pronto que los productos de semillas. Los tallos y raíces ya desarrollados facilitan el crecimiento. Otra ventaja del injerto es que los árboles propensos a ciertas enfer­medades pueden ser injertados con otros más resistentes.
   No son los árboles frutales las únicas plantas que se pueden injertar. Los rosales, los lirios y otras más pueden ser sometidas a "esta operación, siempre que tengan ramas leñosas. Además, las dos partes del injerto deberán ser de la misma familia. Sería interesante poner un tallo de rosa en un nogal, para obtener después una mat de rosas de 15 metros de alto. Pero como no son familiares cercanos, no podrán producir este fenómeno.