Los peces lo saben desde hace 400 millones de años: la forma más fácil de deslizarse a través del agua consiste en agitar la cola. Ahora el hombre está aprendiendo. Buscando eficiencia e invisibilidad para las naves marinas, los ingenieros están investigando en serio para desarrollar propulsión con una cola de pez. En la Universidad de Kansas, Ronald Barrett ya ha demostrado un vehículo de concepto de 23 cm (9"). Culebreando a una frecuencia de 22 colet:azos por segundo, una cola sumergida propulsa al pequeño modelo a una velocidad de 1,11 km/h (0.6 nudos). El movimiento proviene de franjas de cerámica piezoeléctricas, que se expanden y contraen en respuesta a la corriente alterna. Alineadas a un ángulo de 45 grados a lo largo de los lados de la cola, las franjas pueden ser activadas independientemente para controlar la inclinación, la desviación lateral y el balance.
Barrett ve dos aplicaciones mayores para lo que el llama vehículo acuático de estado sólido. Las marinas podrían explotar la propulsión silenciosa y la conducta de un pez para introducir pequeños robots subacuáticos sobre barcos hostiles. La naves de superficie pudieran sacarle provecho a las reducciones de las resistencias al avance inherentes a los remolinos utilizando una cola oscilante, para lograr un refuerzo de potencia sobre las hélices convencionales.
Mientras, el ingeniero Michael Triantafyllou, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, desde hace tiempo se encuentra diseñando un robot submarino de 11,52 m (5 pies) con una cola que recibe mando por poleas activadas hidráulicamente.
PM