Cuando el gran físico danés OErsted observó por vez primera, en 1819, que una corriente eléctrica actuaba sobre la aguja de una brújula y la desviaba, realizó un descubrimiento al que Ampere daría en seguida todo su significado al hallar las leyes de los fenómenos electromagnéticos. Y cuando, más tarde, se comprobó que un núcleo de hierro situado dentro de una bobina se imantaba al paso de la corriente y se desimantaba cuando esta era interrumpida, hizo su aparición el electroimán. Muy pronto, el electroimán paso a ser el órgano sensible de aparatos de medida, como el amperímetro y el voltímetro, que indican respectivamente la intensidad y la tensión de una corriente eléctrica.
El electroimán conocería muchas otras aplicaciones, algunas de ellas de capital importancia: accionar el macillo de los timbres eléctricos o el estilete de los receptores telegráficos, así como ser empleado en toda suerte de telemandos, como disyuntores, interruptores, avisadores, etc. Se utiliza. además, para levantar pesadas cargas de hierro en las obras, en los puertos, en las estaciones, en los talleres y en las fábricas (raíles, lingotes de fundición, por ejemplo).
Por último, se ha convertido en un instrumento indispensable para las investigaciones de la física nuclear, en las que representa un papel esencial. En los aceleradores de partículas, el electroimán desvía las trayectorias de estas según sea su carga eléctrica (positiva o negativa) y las curva más o menos según su velocidad; es decir, según el grade de energía de las partículas. Los electroimanes permiten obtener datos sobre las características de estas partículas, que de este modo pueden ser identificadas.
Los médicos también emplean a veces el electroimán: en oftalmología sirve para extraer cuerpos extraños magnéticos enclavados en el globo ocular. Los electroimanes construidos para la producción de campos magnéticos intensos están constituidos por un circuito magnético de hierro dulce o culata, terminado por dos núcleos de forma troncocónica, las piezas polares, entre las que se deja un entrehierro tan angosto como sea posible.
La imantación es producida por el paso de la corriente eléctrica continua a través de unas bobinas arrolladas en torno a las piezas polares.
Para obtener campos muy intensos, hay que consumir considerable energía. Esta se transforma por completo en calor; y de ahí la necesidad de un sistema de refrigeración continua. Los conductores de cobre están vacíos y son enfriados por una corriente de agua que los recorre interiormente.
Gracias a los grandes electroimanes perfeccionados, los físicos pudieron penetrar los secretos estructurales del núcleo atómico.