Ladrillos calentados, recipientes con brasas ardientes y deslizados entre las sábanas, cántaros llenos de agua caliente, etc., han sido durante mucho tiempo los únicos utensilios que servían para calentar la cama. Los antiguos mundillos o tumbillas se han convertido hoy en un cilindro lleno de arena que se calienta mediante una resistencia eléctrica y que está forrado de suave franela. También existen las bolsas llenas de agua. Pero todos ellos presentan peligros: el de incendio o el de la desagradable fuga de agua. Es más aconsejable la manta eléctrica. Consta de una resistencia aislada por hilos de amianto y colocada entre dos capas del tejido. El mismo principio rige en las alfombras, en los folgos y en los vestidos calentadores.