En su acepción más general este término significa afición a las cosas más recientes o nuevas de la época, pero en un sentido más preciso y restringido es una orientación artística de gran trascendencia en el siglo XX. Específicamente se entiende por modernismo la orientación poética que el poeta nicaragüense Rubén Darío imprimió a sus composiciones desde fines del siglo XIX. Es, por una parte, una reacción contra el prosaísmo en que había desembocado la poesía hispana después de alcanzar mejores momentos en el periodo romántico y, por otra, constituye una actitud de admiración hacia las orientaciones logradas por las grandes escuelas poéticas francesas, que se conocen con el nombre de simbolista, parnasiana y decadente.
La elaboración personal del modernismo incluye un deseo vehemente de dar renovado brillo a la forma echando mano de todos los recursos estilísticos que sean necesarios, y de crear una tendencia nueva y original en la selección y tratamiento de los temas. Alejándose en lo posible del realismo y del naturalismo, el modernismo busca un mundo nuevo que bien puede encontrarse en el pasado, en ambientes refinados y aristocráticos, o en lejanas y exóticas tierras.
El modernismo es una síntesis artística en que el espíritu poético del autor ha amalgamado una variedad enorme de manifestaciones temáticas y formales para expresarlas con nuevas o renovadas fórmulas artísticas de contenido y estilo. Son productos de una sensibilidad fina y original a la que, en concepto de algunos, es aplicable con justicia el apelativo de moderna por su novedad y contemporaneidad. La orientación modernista tuvo innumerables cultores en América y en España, pues dejó sentir su peso incontenible en la época de mayor auge y en los años que le siguieron. Las modalidades personales que adquirió el modernismo, con el correr de los años, en nada invalidan las influencias múltiples que han tenido sus rasgos esenciales en el desarrollo y renovación de la prosa y del verso del siglo XX.