Gerhart Hauptmann (1862-1946) — Premio Nobel: 1912
Su primer trabajo fue la poesía épica "Prometthi Dendos" (1885), en la que reveló sus tendencias sociales. Influido por Tolstoi llevó a la escena "Antes del amanecer", con la cual adquirió fama como dramaturgo. "Fiesta de la reconciliación" y "Los tejedores" son algunos de sus más renombrados trabajos; este último, en especial, recogió el clamor social y las reivindicaciones de las clases pobres.
Gerhart Hauptmann escribió novelas, varios volúmenes de críticas y narraciones y la autobiografía. Entre las obras traducidas al castellano se destacan: "Los tejedores" (1892), "La campana sumergida" (1896), "Antes del amanecer" (1889), "La ascensión de Juanita" (1895), "El Salvador blanco" (1920), "La piel de castor" (1893).
Su nombre se asocia al nacimiento del naturalismo en Alemania, según los cánones literarios de Henry Ibsen (1828-1906) y de Emile Zola (1840-1902), quienes escribieron con preocupación científica.
No encaró Hauptmann un medioevo impregnado de grandeza épica —sitio histórico tan predilecto de los románticos—, sino que basó su obra en dos terribles males: la perversión de una familia campesina enriquecida rápidamente y las consecuencias hereditarias del alcoholismo.
Con "Los tejedores" (1892) consigue su obra maestra. Conocía muy bien las necesidades de éstos pues su abuelo había sido tejedor y le había contado las peripecias de los obreros, explotados por los patronos y angustiados frente a la competencia de los telares mecánicos. Escribió en defensa de una clase social con la que se sentía solidario y planteó en este drama social-histórico, antes que un problema de socialismo obrero, una acertada descripción de la evolución económica.
Los tejedores de Hauptmann se alzan en defensa de su dignidad, amenazada por el incremento del maquinismo; tan grande es su ira, que no se limitan a asaltar la casa del patrón, sino que pretenden destruir las máquinas, en las que ven a voraces aves de rapiña cuya proliferación temen; la vindicta no está dirigida en particular a ningún hombre, sino a la técnica cuyo avance transforma el siglo XIX.
En 1923, con motivo del sexagésimo aniversario de Hauptmann, Alemania entera le tributó homenaje y el Estado publicó una edición completa de sus obras dramáticas.