A principios del siglo XIX, la gente pronto se sobrepuso a su temor de viajar por rieles y en las locomotoras de vapor. En Europa y América pronto se extendieron los ferrocarriles por el campo, de tal manera que para la década de 1860, la mayoría de la gente realizaba largas jornadas por ferrocarril. En todas las ciudades de cualquier tamaño, y también en muchos pueblos, se levantaron estaciones de ferrocarril. Aquí se ve una gran estación de ferrocarril de ese tiempo con arcos de acero. En estas activas plataformas los mozos de servicios se ocupaban apresuradamente de los equipajes, y los pasajeros esperaban para introducirse en los carros.
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