En el siglo veinte, algunas locomotoras de vapor fueron muy grandes y potentes. La más rápida de todas fue la Mallard, una locomotora aerodinámica británica. En 1938 alcanzó una velocidad de 203 kilómetros por hora, como dos tercios de la velocidad de las locomotoras eléctricas actuales. La más potente de todas las locomotoras de vapor fue la Mallet estadounidense que podía arrastrar un tren de carros de carga de 2 km de largo. La más grande de todas fue otra locomotora estadounidense: BigBoy. Esta, con su ténder, pesaba 500 toneladas.
Locomotora BigBoy
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