La piña no es una flor en el sentido de ser un órgano delicado y decorativo; sin embargo es una flor, puesto que es el órgano sexual que asegura la reproducción de la especie entre las coníferas.
Durante la primavera, en los árboles jóvenes en crecimiento, se ven aparecer en la base de las ramas unos conos que son del tamaño de la yema del dedo; éstos que parecen piñas pequeñas, poseen un eje sobre el cual se insertan unas escamas muy apretadas; cada escama sostiene dos bolsas poliníferas. En el extremo de la rama se encuentran otros conos un poco más grandes que poseen menos escamas; sobre la cara superior de las escamas de estos conos, se encuentran los óvulos que están desnudos y sin la protección de ningún tegumento (característica esencial que permite separar a las gimnospermas de las angiospermas). A la mitad de la primavera, cuando los estambres maduran, liberan una cantidad considerable de polen, a lo que se le llama lluvia de azufre. Este polen puede ser llevado muy lejos por el viento, como también cubrir la planta de donde ha salido. Los granos de polen caen entre las escamas de los conos femeninos, lo que no es fácil; esto explica que haya tanto polen para fecundar pocas flores. Para la fecundación del óvulo, una escama se aparta para permitir el paso del polen volviéndose a cerrar luego. La fecundación se lleva a cabo de manera compleja y lenta.
La semilla necesita de tres años para madurar dentro de la piña. En algunas especies, los conos están tan bien cerrados después de la fecundación, que se necesitan circunstancias excepcionales (como el calor de un incendio) para que revienten y liberen las semillas maduras