Se obtienen introduciendo una sonda en la tierra hasta una capa acuífera muy profunda, a condición de que ésta se encuentre aislada entre dos capas de terreno impermeable dispuestas en forma de cubeta. La capa acuífera es alimentada por aguas de infiltración procedentes de terrenos lejanos y lo suficientemente elevados. Por ejemplo, los pozos artesianos que han sido abiertos en la región de París alcanzan una capa acuífera que aflora en la Champaña. Si se perfora hasta la cubeta en un nivel más bajo de aquel en que la capa es alimentada, entra en acción el principio de los vasos comunicantes: el agua tiende a elevarse hasta este último nivel. Los pozos artesianos fueron conocidos desde la antigüedad, de manera especial en Siria y Egipto. En el Sahara, en muchos oasis, existen numerosos pozos artesianos. Los pozos artesianos solucionan muchos problemas de regadío y de abastecimiento de aguas a zonas que superficialmente carecen de ella. A menudo, puede aprovecharse la presión del agua que emerge del pozo para llevarla hacia lugares distantes, por terrenos cuya pendiente exigiría, en condiciones normales, algún sistema impulsor.
Otro tipo de pozo es el que se produce cuando una sonda provoca un chorro espontáneo de petróleo. Lo que lo hace brotar a la superficie es la presión de los gases presentes en el yacimiento.