Injertar quiere decir conectar, introducir en una planta, generalmente fuerte, resistente, pero escasamente productiva, un brote o una rama de una variedad de la misma especie o de una especie afín capaz de dar un producto mejor.
¿Puede injertarse, por ejemplo, un nogal con un duraznero? No, porque las dos plantas son de distinta familia; en la mayoría de los casos, el injerto resulta eficaz si los vegetales son por lo menos de la misma familia. Así, sobre un almendro se puede injertar una rama de duraznero (y, lógicamente, se obtendrán duraznos, no almendras).
Hagamos otra pregunta: ¿no es más fácil y práctico enterrar una semilla para obtener la planta? Cierto, pero el resultado no sería satisfactorio. Ante todo habría que esperar largo tiempo, porque, antes de que una planta leñosa desde la siembra llegue a producir fruta, pasan varios años; además, las plantas reproducidas por medio de semillas dan pésimos frutos.
En el injerto, la planta que aporta sus raíces es llamada patrón o portainjerto, y la que llevará las hojas y la fruta se llama injerto o vastago. Se llaman libres las plantas silvestres, o sea provenientes de semilla, sobre las cuales por lo general se practica el injerto. Una de las condiciones esenciales para que el injerto prenda o se desarrolle es la de poner en contacto las zonas generatrices de las dos plantas.