Antes de que tantas personas pudieran comprar automóviles todo el ritmo de vida era diferente.
Si quería uno hacer un viaje muy largo, había que hacerlo por tren. Y los viajes cortos en coches de caballos.
El que vivía fuera de la ciudad o en una hacienda, no podía ir de compras mas que una vez a la semana, o inclusive cada quince días. El viaje requería mucho tiempo, generalmente todo un día. Los granjeros dependían de sus caballos para arar la tierra, para vender la fruta y las legumbres, para transportar el grano y para acarrear botes de leche.
En las ciudades, los caballos tiraban los carros de carga y los tranvías que la gente usaba para ir de un lado a otro. Algunas familias tenían una calesa tirada por un caballo, y otras un tronco de buenas jacas para sus carruajes de lujo.
Los automóviles lo han cambiado todo.
En la actualidad puedes vivir en el campo e ir a trabajar todos los días a la ciudad. Si vives en la ciudad, puedes ir a pasar el día al campo y regresar a tiempo para la cena. Puedes pasar una tarde con los amigos que viven en ciudades distantes.
Hace cien años, la mayoría de la gente, rara vez viajaba lejos de donde vivía. Actualmente, toda una familia puede atravesar el país en auto y disfrutar del viaje contemplando los paisajes. Las familias de México pasan el fin de semana en Acapulco. Las familias de La Habana atraviesan la isla en auto para visitar a sus familiares en Santiago.
Los canadienses van a los Estados Unidos unas cuantas horas para hacer sus compras. Cientos de miles de norteamericanos van a México cada año.
El automóvil es, para decirlo de alguna manera, nuestra alfombra mágica.