Marco Polo se sorprendió por la magnificencia de la corte real del Khan. El rey entretenía a 40.000 invitados en los banquetes donde se servían innumerables platillos de carne y pescado.
Kublai Khan le tomó cariño al inteligente joven italiano, y ordenó que Marco Polo viajara a varias partes de su imperio como su agente. Marco Polo vio las maravillas del mundo oriental: palacios magníficos, exquisitas sedas, jarrones de porcelana, el papel moneda que era desconocido en Europa, también vio un amplio parque donde se cazaba con la ayuda de guepardos y halcones.
El khan gobernaba su 34 provincias del país mediante el envío de mensajes a través de una compleja red. Aproximadamente cada 25 millas, correos y caballos descansados esperaban los mensajes del Khan. Cuando un mensaje llegaba, otro correo lo llevaba rápidamente al siguiente puesto, asegurándose de que las órdenes del gobernante llegaran de forma rápida y segura a su destino. Marco Polo también observó el estilo de vida de los tártaros, los jinetes nómadas que vivían en las amplias y planas estepas de Asia.
Llevaban tiendas de campaña que se doblaban con facilidad para transportarlas y que eran cubiertas de un fieltro impermeabilizado con grasa animal. También llevaban leche deshidratada en polvo. En un largo viaje, los tártaros mezclaban el polvo con agua en una bolsa. Después de un día de viaje, la mezcla se convertía en una masa que se comía durante la cena.
Kublai Khan tenía en tan alta estima a Marco Polo, que al principio se negó a permitir que Marco, su padre y su tío regresaran a Europa. En 1292, sin embargo, el Khan de mala gana les dio permiso para salir. Esta vez, los Polos viajaron en su mayor parte por mar, navegando alrededor de la costa de la India.