Durante miles de años, tanto hombres como mujeres han visto a las aves pasar sobre sus cabezas y soñaron que algún día podrían unirse a ellas.
En la Edad Media, un monje llamado Oliver diseñó un parapente con dos alas. Con el artefacto a la espalda, saltó desde una torre, planeó unos "125 pasos", y cayó pesadamente a la tierra, rompiéndose ambas piernas. Marco Polo contaba historias de chinos que viajaban en cometas gigantes.
Leonardo da Vinci, el gran pensador italiano del siglo XVI, dejó cuadernos llenos de máquinas voladoras, incluyendo un plan aproximado para un paracaídas.
En la década de 1670, un cerrajero francés llamado Besnier intentó volar con un artefacto con dos alas sobre los hombros. Él, también, cayó a la tierra. En 1670, un sacerdote jesuita llamado Francisco de Lana Terzi con sus experimentos llegó a la conclusión de que el aire tenía peso.
Por lo tanto, teorizó, que podría ser posible construir una nave como un globo enorme que fuera más ligero que el aire y que se elevara.