Góngora, un poeta incomprendido

   El siglo XVII, Siglo de Oro español, fue una época propicia para las polémicas literarias, pues dada la diversidad de los grandes escritores de entonces era lógico que unos escribieran de una manera muy diferente a la de otros, y que se formaran grupos y escuelas adversarias entre si. Pero las polémicas llegaron a su punto mas crítico cuando aparecieron dos largos poemas debidos a un escritor cordobés. Luis de Góngora y Argote, que pronto llegó a ser el poeta más atacado y defendido de su tiempo. Lope de Vega, Quevedo y otros escribieron versos en los que le atacaban o se burlaban de sus escritos. Las dos obras que decíamos se llaman Fábula de Polifemo y Galatea y las Soledades; ¿qué tenían estos poemas para provocar tal revuelo? Pues que eran muy oscuros y solo las personas cultas podían entenderlos —por eso se llamó culteranismo a la tendencia literaria de Góngora y de sus seguidores— y porque utilizaban complicadas metáforas para decir las cosas. Por ejemplo, los montes nevados son «gigantes de cristal», el gallo es «doméstico del sol nuncio canoro», los manteles blancos son «nieve hilada», etc.
   De todos modos, el culteranismo aportó muchas cosas positivas, pues enriqueció el idioma con palabras nuevas y abrió nuevos caminos a la poesía. Muchas de las letrillas y romancillos que Góngora escribió no son tan complicados como los dos poemas citados, pues las compuso en metros cortos populares, como esta:

La más bella niña
de nuestro lugar
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su mal:
Dexadme llorar,
orillas del mar.
Pues me diste, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer
tan largo el penar.
Y me cautivaste
de quien hoy se va
 y lleva las llaves
de mi libertad.
Dexadme llorar,
orillas del mar.

   Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba en 1561. Al final de su vida se ordenó sacerdote y fue nombrado capellán de honor de la corte de Felipe III. Escribió letrillas, romances y dos extensos poemas: el Polifemo y las Soledades. Murió en Córdoba en 1627.


¿Qué es el tantalio?


   El tantalio es un elemento metálico bastante raro, de color blanco y extraordinariamente duro, que se usa para hacer aparatos especiales de laboratorio en substitución del platino, mucho mas caro, así como también instrumentos de cirugía y herramientas especiales. Algunas veces, se usa en aleación con el aluminio, el molibdeno y el níquel, y otras, solo. Antes, se usaba para hacer los bulbos de radio y de rayos X, rectificadores, el metal de lámparas eléctricas y focos termostáticos.
   Los principales minerales del tantalio son la columbita y la tantalita, niobato y tantalato de hierro y manganeso, que se encuentran principalmente en diversos lugares de Australia y en Dakota del Sur (Estados Unidos).
   De este mineral, se obtiene el tantalio en estado de tantalifloruro, del que se extrae el metal puro por electrólisis de una mezcla de este compuesto, fundido a 750 °C, con pentaóxido de tantalio y una sal halógena de un metal alcalino. El símbolo del tantalio es Ta; su número atómico es 73; su peso atómico, 180.88. Tiene 16.6 de densidad y se funde a 2850 °C.

Las Lámparas Fluorescentes

   Entre las diversas clases de lámparas que actualmente se emplean, una de las más utilizadas son las fluorescentes. Hay muchas sustancias que tienen la particularidad de brillar en la oscuridad después de haber sido expuestas a la luz, o mientras se hallan bajo la acción de los rayos ultravioleta. A este fenómeno se le da el nombre de fluorescencia. Como se ha dicho anteriormente, cuando una corriente eléctrica atraviesa una atmósfera de vapor de mercurio, se generan rayos ultravioleta en abundancia. Los largos tubos que se emplean en las luminarias fluorescentes están recubiertos interiormente con sustancias que tienen la particularidad de tornarse luminosas bajo la acción de dichos rayos. Puesto que cada sustancia produce un color determinado, mezclando varias de ellas en la debida proporción se pueden obtener luces fluorescentes de diferentes tonalidades. El empleo de esta lámpara se extendió con rapidez debido a su alto rendimiento, pues por cada unidad de electricidad consumida (vatio) se obtiene con ellas más luz que con las lámparas de filamento de tungsteno. Una luminaria fluorescente de 30 vatios suministra, aproximadamente, tanta luz como una lámpara de filamento de tungsteno de 75 vatios; diez veces más que la lámpara de 30 vatios de filamento de carbón de Whitney, y, por lo menos, 20 veces más que la lámpara de 30 vatios de Edison.