Tarzán de los monos


   ¿Quién no ha oído hablar de Tarzán, el muchacho de raza blanca criado entre las fieras de la selva africana? Hijo de unos aristócratas ingleses que encontraron la muerte al estrellarse el avión que los conducía, el pequeño Tarzán, que sobrevivió al accidente, es criado por una gigantesca mona, que el muchacho considerara luego como madre adoptiva. Con el tiempo, Tarzán se convierte en el rey de los monos, y es obedecido por muchos animales y temido por otros...
   La primera novela sobre Tarzán, tan popularizado luego por el cine, se llamó Tarzán de los monos. Apareció en 1914, y ha tenido innumerables continuaciones. Una de las últimas fue Tarzán el magnífico, aparecida en 1939. He aquí un pasaje de Tarzán en la selva, en el que se refleja la extraña angustia que se apodera de Tarzán cada vez que trata de recordar su pasado:
Aquella mañana, a primera hora, Tarzán de los monos había ido a la cabaña junto al mar, donde pasaba muchísimas horas en las ocasiones en que su tribu vagaba por los alrededores. En el suelo yacía el esqueleto de un hombre -todo lo que quedaba del primer lord Greystoke-, tal cual había caído como veinte años atrás, cuando Kerchak, el enorme mono, lo arrojó allí sin vida. Mucho tiempo hacía que las termitas y los roedores pequeños habían mondado los fuertes huesos del inglés. Durante años Tarzán había visto allí el esqueleto, sin dedicarle mas atención que a los innumerables miles de huesos que se encontraban en todos los parajes de la selva. En la cama descansaba otro esqueleto más pequeño, al cual el mozo no hacia tampoco caso. (Como podía saber que uno era de su padre y el otro de su madre?
   Aquel día estaba inquieto, y volvía las paginas primero de un libro y después de otro; contemplaba grabados que se sabía de memoria, y luego dejaba los libros a un lado. Por milésima vez se puso a revolver el aparador, y sacó una bolsa que contenía unos pedazos de metal pequeños y redondos. En los años anteriores había jugado con ellos centenares de veces; pero siempre los volvía a colocar cuidadosamente en la bolsa, y la bolsa en el aparador, en el mismo anaquel en que la descubrió la primera vez. Por modo extraño se manifestaba en el la herencia. Vástago de una raza ordenada, era ordenado también, sin saber por qué. Los monos dejaban caer las cosas en el mismo lugar en que perdían todo interés por ellas, ya fuera entre las altas hierbas, ya desde las elevadas ramas de los árboles. Lo que soltaban lo volvían a encontrar alguna vez, como por casualidad; pero no era tal la costumbre de Tarzán. Para sus pocos bienes tenía un sitio, y escrupulosamente volvía a su lugar cada cosa una vez que terminaba con ella. Las redondas piezas de metal de la bolsita siempre le interesaban. A cada lado tenían grabados en relieve, cuyo significado Tarzán no podía entender. Aquellos pedazos eran muy brillantes y relucientes. A Tarzán le divertía colocarlos sobre la mesa formando figuras diversas. Centenares de veces había jugado de igual modo.

Edgar Rice Burroughs nació en Chicago en 1875. Además de los 23 volúmenes de que consta la serie de Tarzán, escribió otras novelas sobre Marte, precursoras de la moderna literatura de ciencia ficción. Sus obras han sido traducidas a todos los idiomas cultos y adaptadas a la radio y al cine. Murió en 1950.