¿Quién afirmó: «Pienso, luego existo»?

   René Descartes, nacido en La Haye (Turena, Francia), es el introductor de un método de filosofía que pudiéramos calificar de moderno. El hombre comienza a sentirse dueño de si mismo y se lanza a la aventura del pensamiento, sin mas arma que su razón. Descartes nace al finalizar el siglo XVI (1596) y muere justamente en la mitad del XVII (1650). Su obra sera un punto de referenda obligado para todos los hombres que elaboren la nueva filosofía europea durante los siglos XVII y XVIII.
   Descartes estudio en un colegio de jesuitas, pero su educación dejo una cierta insatisfacción a sus enormes deseos de alcanzar la verdad. Para ver mundo, se hizo militar y tomo parte en la Guerra de los Treinta Anos, que en esos momentos asolaba a Europa. Siempre obsesionado por sus preocupaciones filosóficas, en un cuartel de invierno de Neuburg, el 10 de noviembre de 1619, descubrió por fin lo que llevaba buscando desde hacia tanto tiempo, un método de pensamiento, una idea irrefutablemente cierta de la que partir. Por-que Descartes era un desconfiado, y le parecía que toda la filosofía se había construido sobre verdades dadas por supuestas, sin ninguna garantía de que fueran ciertas. Este método era, precisamente, la duda. Rechazó incluso lo que recibimos por los sentidos, pues también estos pueden engañarnos, y se quedó a solas consigo mismo. Entonces, de una manera clara, se dio cuenta de que había algo irrebatible: su propia existencia, garantizada por el hecho de pensar. Pienso, luego existo, será su famoso punto de partida, sobre el que construirá luego el resto de su filosofía.
   Se cuenta que Descartes, para dar gracias por tan sensacional hallazgo, fue en peregrinación hasta la Virgen de Loreto. Vivió después en París y, mas tarde, en Holanda, donde desarrolló la mayor parte de su obra. Mantuvo correspondencia con la princesa Isabel de Bohemia y con la famosa reina Cristina de Suecia. Luego vinieron tiempos amargos, pues fue atacado por los jesuitas, a pesar de que él siempre se mantuvo dentro del catolicismo. En 1649, viajó a Estocolmo, pero allí contrajo una pulmonía, de la que falleció más tarde.