¿Cómo funciona un calidoscopio?

   Coged un tubo de carbón opaco. En su interior disponed tres espejos rectangu­lares, con las caras reflejadas vueltas hacia dentro, de manera que el conjunto tenga la forma de un prisma triangular. Cerrad uno de los lados del tubo mediante una tapa perforada en el centro con un aguje­ro (el ocular), y el otro lado, con dos dis­cos de vidrio, uno de ellos, el exterior, de cristal esmerilado. Dejad cierto espa­cio entre los dos cristales. En este espacio libre, introducid pequeños objetos (frag­mentos de vidrio, cuentas, etc.), elegidos de distintos colores y más o menos trans­parentes y brillantes.
   Dirigid vuestro instrumento hacia la luz y acercad un ojo al agujerito. Veréis enton­ces que, gracias al juego de las reflexio­nes sobre los tres espejos, las imágenes de los objetos, simétricamente multipli­cadas, componen un espléndido rosetón. Como por arte de magia, en el seno del de­sorden se ha instituido un orden... Y el aspecto de la figura cambia cada vez que, mediante una sacudida, hacéis que los ob­jetos queden orientados de distinto modo. Los decoradores pueden encontrar temas interesantes en estas imágenes. La idea del calidoscopio se debe al físico escocés David Brewster (1781-1868). Pero él sólo utilizaba dos espejos. Fue el cristalógrafo ruso J.S. Fiodorov (1853-1919) quien añadió el tercero, no para mayor disfrute de su vista, sino para con­tribuir al estudio de los cristales y de las combinaciones geométricas que son posi­bles en el espacio.