Los faros



   Los barcos están expuestos a muchos pe­ligros cuando se alejan de las costas. Las tormentas pueden dificultar su viaje, y en ocasiones llegan hasta hacerlos chocar con­tra otros navios o contra un iceberg. Durante cientos de años, los hombres han construido señales luminosas con objeto de evitar tales accidentes. Una de las siete maravillas del mundo antiguo fue el Faro de Alejandría.
   La eficiencia de los faros modernos se debe a sus lámparas eléctricas, lentes y gigantescos reflectores. Hay algunos que hacen llegar su luz a una distancia de más de 30 kilómetros.
   En la época de las bujías y de las lám­paras de petróleo, se debía vigilar constan­temente la luz. Como los faros siempre se colocan en islas rocosas o lenguas de tierra que se internan en el mar, la vida de un guardafaros es solitaria. Con los nuevos inventos se necesita menos vigilancia. Al­gunos de ellos pueden encenderse y apa­garse por medio de un ojo eléctrico. El guardafaros tiene más libertad. Pero cuan­do el tiempo es borrascoso, su trabajo es de gran responsabilidad. Debe perma­necer en su sitio para guiar los barcos cuando la niebla es tan densa que impi­de ver la luz del faro. Hace funcionar entonces una sirena, o envía señales por radio.
   Las luces son necesarias en algunos lu­gares donde no es posible construir faros. Para suplirlos se utilizan los barcos faro.