¿Quién fue tan gran inventor como artista?


   Si hubiera que establecer una clasi­ficación de todos los genios e in­ventores conocidos en la historia de la humanidad, sin duda Leonardo da Vinci ocuparía el primer puesto. La personalidad creadora de Leo­nardo se nos aparece hoy como casi increíble y, desde luego, admirable. Sin entrar a considerar la figura de Leonardo da Vinci como artista, uno de los más grandes de todos los tiem­pos, hay que decir que el genial toscano fue capaz de adelantarse varios siglos en prácticamente todos los campos de la ciencia. A lo largo de más de cinco mil páginas repletas de bellísimos bocetos, Leonardo de­talló sus observaciones científicas y descripciones de inventos de todo tipo: sobre ingeniería civil y militar, mecánica, astronomía, geología, anatomía, botánica y hasta aeronáu­tica, en una asombrosa combinación de arte y ciencia.

   Sus previsiones e intuiciones mecánicas aún nos de­jan atónitos. Las máquinas herra­mientas, el barco de ruedas, el auto­móvil, el avión, el paracaídas, el sub­marino, el carro armado, la hilande­ría mecánica, la utilización de la ener­gía del vapor, el anemómetro, el odómetro e infinidad de artilugios béli­cos modernos están ya esbozados en la obra de Leonardo. Sin embargo, a la hora de la verdad, lo que salió a flote fue su extraordi­naria fama de artista, mientras que sus ingenios de todo tipo tropezaron con un escepticismo casi general, o simplemente los mantuvo en secre­to.

   Los abundantes encargos de obras de arte que le hacían se demoraban, y muchos no llegaba a cumplirlos, absorto en sus estudios científicos y sus invenciones. Pero el que muchos de esos inventos e intuiciones ge­niales no lograsen funcionar o im­ponerse en su época no quita un ápi­ce a su mérito de revolucionario de la ciencia y de la técnica, pues quizá su mayor gloria esté en que supo adaptarse a las exigencias de un método y adoptar una actitud nueva frente a la naturaleza; de ahora en adelante toda ciencia será una cien­cia abierta a la experiencia, sujeta siempre a revisiones y adiciones. En ese sentido, Leonardo inaugura la metodología de la ciencia moderna.

   En 1506, Leonardo va a Roma. Otros grandes artistas de entonces, como Rafael y Miguel Ángel, trabajaban en la decoración del Vaticano y su Capilla Sixtina; sin embargo, Leo­nardo no logró obtener ningún en­cargo. Para mucha gente influyente, sus estudios y dibujos anatómicos le habían convertido en un hereje. Despechado, Leonardo abandona Italia para no volver ya jamás. Los últimos años de su vida los pasará en Francia, al servicio de uno de sus mayores admiradores, el rey Fran­cisco I. En 1519, a los 67 años de edad, moría Leonardo da Vinci en el castillo de Cloux. Lo hacía como otros tantos genios, rodeado por la incomprensión de su época y lejos de los suyos.