Alfonsina Storni, poeta suicida

   Cuarenta y cin­co años tenía la poetisa argentina Alfonsina Storni (1892-1937), nacida en Lugaggia (Suiza italiana), cuando se arrojó al Mar del Plata. Conmoviéronse las esferas literarias del mundo, y a la lista de sus composicio­nes, pudo añadirse otro título antilírico, aunque de trágica hondura romántica: su espectacular suicidio. Llegó muy niña a la Argentina con sus padres, cre­ció y se educó en las provincias de San Juan y Santa Fe, se graduó de maestra y ejerció su pro­fesión en Buenos Aires.

   El antilirismo de su última etapa no es más que algo fugaz y episódico, circunstancial. Su protesta robusta de mujer varonil y airadamente lírica logra los mejores tonos en las composiciones de El dulce daño, Irremediablemente, Languidez, Ocre y Poemas de Amor. La falta de maestría técnica en su juventud queda compensada —o descompensada— por la pérdida de espontaneidad en su edad madura. La joven de La inquietud del rosal y la mujer madura y desazonada de El mundo de los siete pozos y de Mascarilla y Trébol quedan en los contornos de la poetisa un tanto confusamente. Alfonsina Storni misma compren­dió que necesitaba dar al mundo una impresión del conjunto de sus versos y seleccionó una curiosa An­tología; la misma mujer capaz de hacer esta auto­crítica, selectiva sabía despedirse del mundo con su Voy a morir. Era siempre ella: cerebral, formal, espectacular; la autora de la Carta lírica a otra mujer sabía encenderse con soberbia lírica y cantar el Romance de la venganza que a continuación co­piamos :

Cazador alto y tan bello
como en la tierra no hay dos,
se fue de caza una tarde
por los montes del Señor.
Seguro llevaba el paso,
listo el plomo, el corazón
repicando, la cabeza
erguida, y dulce la voz.
Bajo el oro de la tarde,
tanto el cazador cazó,
que finas lágrimas rojas
se puso a llorar el Sol...
Cuando volvía cantando
suavemente, a media voz,
desde un árbol, enroscada,
una serpiente lo vio.
Iba a vengar a las aves,
mas, tremendo, el cazador,
con hoja de firme acero
la cabeza le cortó.
Pero aguardándolo estaba
a muy pocos pasos yo...;
lo até con mi cabellera,
y dominé su furor.
Ya maniatado, le dije:
—Pájaros matasteis vos,
y voy a tomar venganza,
ahora que mío sois...
Mas no lo maté con armas,
busqué una muerte peor:
¡lo besé tan dulcemente,
que le partí el corazón!

Envío

Cazador: si vas de caza
por los montes del Señor,
teme que a pájaros venguen
hondas heridas de amor.

"Yo nací para el amor", decía Alfonsina. Y hubo de liberarse con violencia de su destino para darle trá­gicos perfiles. Ha sido llamada el más fuerte de nuestros poetas de amor.