Los primeros cosméticos


El uso de los cos­méticos se remonta a las primeras épocas de la historia del hombre. Un antiguo manuscrito chino con­tiene remedios para las enferme­dades de la piel y señala el uso de las grasas de diferentes ani­males como ungüento. Sin embar­go, es en el antiguo Egipto don­de la historia de los cosméticos comienza de una manera clara y definitiva. Durante el reinado de Cleopatra el uso de cosméticos alcanzó un lujo y una extravagan­cia nunca igualados. Mandó es­culpir un tocador de marfil y so­bre él pequeños y artísticos jarros y marmitas estaban pictóricos de pintura negra, verde y de otros colores.

Desde entonces, la mujer de to­das las civilizaciones ha utilizado abundantemente los cosméticos co­mo arma principal para sobresalir en sociedad, en los negocios y para conseguir el compañero de sus días. Tanto ha sido el interés de la mujer por los cosméticos que miles de comerciantes desa­prensivos se han enriquecido lan­zando al mercado preparaciones perjudiciales con falsas propieda­des embellecedoras. Los productos para hacer crecer las pestañas, las cremas afirmadoras de la piel, las lociones erradicadoras de arruga y tantas otras, son un ejemplo de lo dicho.

Los médicos miraban con des­precio los cosméticos pues su experiencia les había hecho ver que muchos tenían resultados perjudiciales en sus pacientes: la crema para las pecas hechas a base de mercurio o las tinturas con plomo para teñir el pelo y tantas otras eran la causa de multitud de enfermedades a veces irreversibles.

Durante los últimos años las cosas han cambiado. La ciencia médica aprueba ahora el uso de cosméticos. Primero porque están elaborados por fabricantes de prestigio que se adaptan a los nuevos conocimientos de la medicina, de manera que son raros los casos en que el empleo de cosméticos resulta perjudicial para la piel; segundo, porque muchos son los ingredientes contenidos en los cosméticos que son utilizados en la actualidad por los dermatólogos y alergistas para el tratamiento de ciertas enfermedades de la piel; de hecho gran cantidad de cre­mas, lápices y polvos faciales tie­nen un valor medicinal, indepen­dientemente de su valor estético. Para dar solamente un ejemplo véase los polvos faciales para la mujer, -éstos sirven para afinar y embellecer su cutis y para cubrir las imperfecciones de la piel; para el médico los polvos faciales protegen contra las inclemencias del tiempo, alivian la irritación de la piel, absorben la humedad y refrescan.

Cierto que la mayoría de com­ponentes de los cosméticos son innocuos, pero en ocasiones pue­den, originar sensibilizaciones de la piel. Cuando esto ocurre es fácil para el médico conocer de inmediato la causa del mal y co­rregirla; los casos aislados de efectos perjudiciales producidos por los cosméticos no debe pre­venir contra su uso. Hay mujeres sensibles a las raíces de los lirios, substancia que tanto se usa en la preparación de cosméticos; otras lo son a los tintes y anilinas; al­gunas a los perfumes utilizados para aromatizar el cosmético. En tales casos pueden aparecer erup­ciones en la piel, asma, fiebre del heno, inflamación en los ojos, es­tornudos y otras molestias que continuarán hasta suprimir el cos­mético causante.

Ciertas cremas contienen peli­grosas sales de plomo y de mercurio, especialmente las dirigidas a blanquear la piel; otras contie­nen hormonas destinadas a hacer desaparecer las arrugas. Todas estas substancias no deben ser utilizadas sin consultar antes con el doctor pues cabe el peligro de que se absorban y provoquen al­teraciones de la salud.

Por inofensivo que sea un cos­mético siempre es aconsejable an­tes de utilizarlo, cerciorarse de que la piel no es alérgica al mismo. Para ello es conveniente hacer siempre la siguiente prueba: lá­vese con agua y jabón la piel de la flexura del codo o de la parte posterior del lóbulo de la oreja; seqúese bien; apliqúese sobre esta región una pequeña cantidad del cosmético que vaya a probarse, frotándolo durante un par de mi­nutos; tápese la región con una gasa que se mantendrá durante 24 horas, excepto en el caso de que se note picor o escozor; retí­rese la gasa y obsérvese si la región ha enrojecido lo que indi­cará que no debe utilizarse el cosmético pues la piel es sensible al mismo. Puede suceder que el enrojecimiento no aparezca hasta pasadas las 72 horas. En caso de que la piel de la región perma­nezca intacta, puede utilizarse el cosmético sin peligro alguno.