Costumbres caníbales

   De acuerdo con las anécdotas de Jack Bromilo, de la Iglesia me­todista y primer misionero en el área donde está asentada la tribu de los galeya en la Isla Ferguson, provincia de la Bahía Milne en Papua Nueva Guinea, éstos tenían costumbres que sorprendían a los extranjeros. Las mujeres asesinaban a su primer hijo aplastándolo contra una roca junto al río. Después ofrecían el cadáver a los cerdos para que no quedara resto alguno del pequeño, pues podría atraer a los espíritus malignos, sinó­nimo de desgracias para el pueblo. A continuación la madre amamantaba a un puerco durante un año y entonces la tribu le daba permiso para tener su siguiente hijo. Los galeya se encon­traban en constante lucha contra los vecinos; cuando mataban a uno de ellos, le cortaban la cabeza y el jefe del clan se comía los sesos. El resto de la tribu, incluidos mujeres y niños, se dividían el cuerpo para cocinarlo al fuego de la hoguera. Según sus creencias, el hombre nunca fallece de muerte natural, sino a causa de un es­píritu enviado por cualquier enemigo que le dispute su territorio, su mujer o sus animales. Aún quedan represen­tantes de ese grupo pero son objeto de una severa vigilancia para impedir que sigan practicando sus viejos usos.