Origen egipcio de nuestro calendario

    Es sabido que de los babilonios hemos heredado la subdivisión del día en horas, y de la hora en mi­nutos. Fueron a su vez los egipcios los primeros en subdividir exactamente el año en 365 días; se descuidaron sólo en aquellas seis horas, aproximadamente, que hay de más; y este error, con el correr del tiempo, causó una diferencia entre el calenda­rio y la marcha de las esta­ciones. En el año 46 a. de J.C., durante el reinado de Julio César, los astrónomos de Alejandría corrigieran el error. Nació entonces el año bisiesto, o sea un año, cada cuatro, que tiene un día más; este día sirve pre­cisamente para emparejar las seis horas que, sumándo­se durante cuatro años, dan un día entero (calendario juliano). Pero como se trata de casi seis horas, el ca­lendario necesitaba un ulte­rior perfeccionamiento. En el año 1582, en el reinado del papa Gregorio XIIIf se decidió suprimir el año bi­siesto en el último año de cada siglo, tres veces cada cuatro siglos (calendario gregoriano). Desde hace dos mil años los hombres utili­zan, pues, un calendario que se llamó juliano, prime­ro, y gregoriano después, basados ambos en el egipcio.
    Los egipcios dividieron su año en tres estaciones, en lugar de en cuatro. Se ba­saron, para esta subdivisión, en la marcha de las activi­dades agrícolas, reguladas por las inundaciones del Nilo. La primera estación comprendía el período de crecimiento del Nilo, su des­bordamiento y, finalmente, su vuelta al cauce normal; la segunda abarcaba el pe­ríodo de los cultivos, y la tercera, el de las cosechas.


Tabla del antiguo calendario egipcio


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