¿Cómo podemos protegernos de las radiaciones atómicas?


La energía nuclear, que en 1945 se desencadenó de manera destructi­va y mortífera sobre Hiroshima y Nagasaki, provocó centenares de miles de muertos que no fueron, sin embargo, las únicas víctimas de la energía nuclear. En período de paz es posible también que las perso­nas encargadas de la manipulación de materias radiactivas se vean agredidas por radiaciones perjudi­ciales para el cuerpo humano. La gravedad del mal que se produce depende en estos casos de distintos factores: de las dosis de tales ra­diaciones, de la forma en que éstas han penetrado en el cuerpo, del pe­ríodo de irradiación, del tipo de ra­diaciones y, finalmente, de la parte del cuerpo afectada. Por lo general, el cuerpo está en condiciones de re­mediar por sí mismo los daños su­fridos, pero sólo cuando dichos daños son de carácter leve. En cam­bio, cuando las células afectadas no pueden ser sustituidas inmediata­mente por otras iguales, entonces la situación reviste una enorme gravedad