Supersticiones de personajes famosos

Como se verá a continuación el tener supersticiones no es privativo de la gente del pueblo o de ignorantes, sino que es por demás común entre personajes sobresalientes a lo largo de la historia y de diversos pueblos.

  • Hitler simpatizaba con el número siete (supersticiosamente planeó sus batallas mili­tares más importantes el día siete de cada mes) y había diseñado la esvástica nazi pensando en el antiguo símbolo budista que, entre otras cosas, representaba la rueda de la vida.
  • Cornelius Vanderbilt tenía las patas de la cama metidas en platos de sal, para que lo guardaran de las acechanzas de los espíritus del mal.
  • Somerset Maugham tenía el símbolo del «mal de ojo» grabado en la repisa de la chimenea y lo había hecho imprimir en sus papeles y en sus libros.
  • Napoleón Bonaparte temía a los gatos (ailurofobia) y al número trece.
  • Una curiosa superstición de Winston Churchill era acariciar a los gatos negros para atraerse la buena suerte.
  • Al Jolson se ponía siempre ropa vieja al iniciar un nuevo espec­táculo.
  • La reina María de Escocia (según dicen) se hizo decir la buena­ventura con una baraja antes de su muerte y le salió el palo de espa­das completo.
  • El almirante Lord Nelson supersticiosamente mandó clavar una herradura de caballo en el palo mayor de su nave.
  • Samuel Pepys, el escritor inglés, escribía: «Estoy desorientado, porque no sé si será por causa de la pata de conejo, que me protege contra el viento, pero no he tenido ningún acceso de cólico desde que la llevo encima.»
  • Samuel Johnson, autor inglés, no entraba nunca en una casa con el pie izquierdo porque esto «atrae el mal sobre los que en ella viven».
  • Charles Stewart Parnell, líder nacionalista irlandés y buen supersticioso, no firmó nunca ningún proyecto de ley que comprendiese trece cláusulas. No lo fir­maba hasta añadir la decimocuarta.
  • El presidente Harry S. Truman tenía colgada una herradura de caballo en la puerta de su despacho de la Casa Blanca.
  • Shakespeare escribió: «A los muchos que tropiezan en el umbral, bueno es decirles que el peligro acecha dentro.»